HISTORIA DEL TABACO

Desde tiempos inmemoriales, los indios americanos cultivaron el tabaco y lo usaron como planta medicinal, tóxica y mágica.

Se fumaba en ceremonias religiosas o se masticaba o aspiraba como rapé.

Crist6bal Colón llegó a América en 1492 y pronto pudo observar lo extendida que estaba la costumbre de aspirar el tabaco entre los indios.

Aspiraban el humo de unas hojas secas que quemaban en unos recipientes parecidos a lo que hoy llamamos pipa, y que ellos denominaban "tabasco".

Los nativos ofrecieron diversos dones a los recién llegados, entre ellos las hojas secas del tabaco que no parecían tener aplicación.

Los "descubridores" españoles, trajeron el tabaco a Europa al comenzar el siglo XVI y establecieron los primeros cultivos de la planta en el continente.

Sin embargo, el tabaco no se puso de moda hasta que el embajador de Francia en Portugal, Jean Nicot, lo llevó a su país, alrededor del año 1660.

Gracias a la hábil propaganda publicitaria en favor del tabaco, desplegada por este diplomático francés, uno de sus principales componentes tomó el nombre del ilustre y curioso personaje. Naturalmente se trata de la nicotina.

En un principio, España, como descubridora del objeto, impuso un control y un monopolio en su provecho sobre la importación y exportación del producto, pero el cultivo y las favorables cosechas en otros países, echaron por tierra el negocio, y España se quedó sin unas divisas de fácil adquisición.

Así, al llegar el siglo XVII y estar extendido el uso del tabaco por todo lo que entonces se llamaba "mundo civilizado", surgen las nuevas potencias productoras de tabaco que ya quedarán a lo largo de la historia como las principales abastecedoras de este producto. Son éstas:

Los Estados de Virginia y las dos Carolinas de los Estados Unidos de América, Brasil, India, China y las Islas Filipinas.

En los siglos XVII y XVII la costumbre más popular era masticar o aspirar el tabaco en polvo como rapé.

Surgen entonces los grandes combatientes del tabaco.

Jacobo I de Inglaterra prohibe su uso en 1604; el Papa Urbano VII excomulga en 1642 a los sacerdotes sevillanos que toman rapé durante la celebración de la misa; en Rusia, el zar cortaba la nariz a los que tomaban el tabaco en polvo y los labios a los fumadores; en Turquía, se atravesaba la nariz con una pipa y se exhibía públicamente a los infractores; en Persia se les condenaba a muerte; en Berna, capital de Suiza, fumar estaba considerado como un abominable delito sólo comparado con el adulterio, y aún en 1849, se prohibía fumar por la calle en Berlín.

A pesar de todo, su uso se extendió y hoy en día, constituye una saneada fuente de ingresos para los estados de todo el mundo.

En cuanto a las costumbres sobre las diversas maneras de tomar el tabaco, diremos que los españoles mostraron su predilección por los cigarros, los ingleses por fumar en pipa y los franceses por el rapé.

Los cigarrillos no se hicieron populares en Europa hasta que los ejércitos europeos tomaron parte en la guerra de Crimea, donde adoptaron la manera turca de fumarlos.

Cabe preguntarse cómo después de los tremendos castigos que llegaban incluso a la muerte, y siempre a diversas mutilaciones, el tabaco ha logrado extenderse hasta adquirir los alarmantes niveles de hoy en día.

Si hace unos siglos, un fumador se exponía a la muerte, y sabiéndolo perseveraba en el hábito, hay que preguntarse que algo tiene el tabaco que impide dejarlo a quienes lo consumen.

Está claro, que no es fácil dejar de fumar; que no sólo es cuestión de fuerza de voluntad, aunque éste sea el principal factor para dejar el hábito; que lo mejor, es no empezar a fumar aunque el individuo no tenga, en la mayoría de las ocasiones, la probabilidad de elegir este camino.