Según Jaime Boix autor del libro "el tabaco" realizado en 1979, hay muchos motivos por los cuales una persona empieza a fumar, la mayoría son de orden social o educacional.
Uno de ellos es el deseo de masculinidad. Un adolescente siente impulso de hacerse hombre rápidamente. Ante las prohibiciones desobedece los consejos, experimentando un sentimiento de superación.
Fuma ostentosamente delante de las chicas de su edad. Está comprobado que los hombres resisten peor el impulso de fumar cuando se hayan ante mujeres bonitas, y más si están particularmente atraídos por la feminidad.
Cuando el adolescente crece, queda un recuerdo inconsciente de sus aventuras de juventud; una psicológica sensación de triunfo por haber vencido a sus padres. Ya no tiene que pedir permiso a nadie ni fumar a escondidas.
Otro motivo importante, es el afán de imitación.
Es sabido como los niños imitan a los mayores y particularmente al padre, al que por lo general idealizan.
El sentimiento de admiración que el niño siente por su padre, le lleva a copiar todos los vicios y virtudes que observa con la intención de igualarse.
Este afán de imitación está un tanto ligado al anterior de masculinidad. Lleva implícito un deseo de superioridad, de crecer. Por eso los niños comen cigarrillos de chocolate cuando son demasiado pequeños para obtener los verdaderos.
Otro factor lo constituye el ambiente social en que se desenvuelve el fumador, las costumbres establecidas, la vanidad social, el lujo.
Está considerado de "buen gusto" ofrece recibir cigarrillos. "Esto ayuda en un primer contacto", "facilita el acercamiento", "produce ambiente menos tenso, de mayor intimidad", frases que están en la mente de todos.
Un hombre con un cigarrillo en la mano es una persona diferente, más segura de sí misma, dispuesta a acercarse y sobreir al primer grupo que se tropiece.
En las mujeres, sobre todo de las clases más elevadas se produce un fenómeno de lucimiento.
Fuman cigarrillos selectos, de marcas extranjeras y con formas sofisticadas: extralargos, coloreados, etc.; lucen mecheros y pitilleras, realizan movimientos estudiados que realcen su feminidad, etc.
La ignorancia constituye otro motivo en la adquisición del hábito de fumar.
En multitud de ocasiones, a lo largo de la historia, y aún hoy día, ciertas personas creen que el tabaco no perjudica y que, en cambio, posee efectos medicinales: desinfecta las vías respiratorias, despeja la cabeza, constituye un laxante más o menos eficaz, etc.
La práctica y la investigación científica han puesto de manifiesto la falsedad de todas estas aseveraciones.
Son propensas al hábito de fumar aquellas personas inclinadas a la soledad, aquellas personas que se aburren con facilidad en cualquier momento. Ante este vacío de tiempo, recurren a diversos excitantes cómo el alcohol o el tabaco. El desequilibrio que produce la "vida moderna", hace que cada vez se olviden más los valores internos y se cultiven los externos. El hombre se aburre de todo, hasta de sus hobbys y lo único que llena su tiempo, los minutos y las horas, son los estimulantes.
El tabaco es una compensación del sentimiento de inferioridad. En algún momento, toda persona ha sentido "que no vale nada". El tabaco ayuda, en estas ocasiones, a vencer este sentimiento. Se produce una sensación contraria que puede ser debida a recuerdos de la infancia, como ya dijimos, a esa sensación de haber vencido a los padres y sus prohibiciones.
Es difícil luchar contra factores que impulsan a empezar a fumar. Como se ve, la mayoría de ellos, por no decir todos, son de orden psicológico, social o educacional. La sociedad y sus costumbres intervienen decisivamente coartando la libertad del individuo a la hora de elegir entre fumar o no.
Ir contra corriente es propio de una personalidad propia, bien formada
que no siempre es posible llevar adelante.